Cuando escuchamos de un jugador, “es la estrella del equipo” normalmente pensaríamos que es ese tipo de jugador, que cuando llegas al campo lo diferencias del resto porque le envuelve un cierto halo de vedetismo que le hace diferenciarse del resto de compañeros, toda la gente en el campo pregunta “es ese, ¿no?”, y pueden estar esperando fácilmente todo un partido a que coja un balón y lo convierta en un algo diferente de ver, pero esos jugadores normalmente algunos días no está y otros sale por la puerta grande, juegan para tener ese momento de satisfacción personal y creen que el equipo debe ayudarle a ser el mejor.
Pero yo, no llamo estrella a este tipo de jugadores, son especiales por que son capaces de lo mejor o lo peor, por eso para ponerle el calificativo de estrella, creo en otro tipo de jugador, al final las estrellas brillan siempre, no se apagan, por eso debemos elegir bien a quien calificamos como estrella. Yo pienso como en ese jugador que siempre está dispuesto a entrenar aunque el tiempo lo impida, el que nunca pone excusas a la hora de afrontar cada entrenamiento, cada ejercicio, pensando que siempre va a aprender algo nuevo…en el vestuario siempre están pendientes de que el resto de los compañeros estén bien porque saben que para que el equipo rinda al máximo necesitan que todos estén al 100%...son los que alientan a sus compañeros en los momentos clave, y sientes que son capaces de transmitir lo que tú quieres en ese momento decir pero la lejanía del banquillo no te permite hacerlo y tienes la certeza de que domina perfectamente tu modelo de juego porque así lo siente…también son capaces de mostrarte sus preocupaciones y las del equipo porque al final viven por y para él, lo que hace que detecten fácilmente una posible fisura en el seno del grupo. Son jugadores que no sobresalen de los demás en exceso pero destacan en la comprensión del juego, por lo tanto tienen una mayor facilidad para adaptarse a los cambios.
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